1 Palabra de
3 Porque
5
7 El león sube de la espesura. El destructor de naciones está en marcha. Salió de su lugar para convertir tu tierra en desolación. Tus ciudades quedarán en ruinas, sin habitante. 8 Por eso átense tela áspera, lamenten y giman, porque el ardor de la ira de
9
10 Entonces dije: ¡Oh
11 En aquel tiempo se dirá a este pueblo y a Jerusalén:
13 Miren: Suben como nube, y sus carruajes, como tormenta. Sus caballos son más ligeros que las águilas. ¡Ay de nosotros, porque estamos arruinados! 14 ¡Oh Jerusalén! Lava tu corazón de perversidad para que seas salvada. ¿Hasta cuándo se alojarán dentro de ti tus perversos pensamientos? 15 Porque una voz trae las noticias desde Dan, y anuncia la perversidad desde la montaña de Efraín. 16
19 ¡Mis órganos internos, mis órganos internos! Me duelen las fibras de mi corazón. Mi corazón se agita dentro de mí. No puedo callarme porque escuché el sonido de trompeta y el pregón de la guerra. 20 Se anuncia quebrantamiento sobre quebrantamiento, porque toda la tierra está devastada. Súbitamente son destruidas mis tiendas, y mis cortinas, en un momento. 21 ¿Hasta cuándo tendré que ver la bandera y oír el sonido de trompeta?
22
23 Miré la tierra y ciertamente estaba deformada y vacía. Miré los cielos y no tenían luz. 24 Miré las montañas y en verdad temblaban. Todas las colinas se estremecían. 25 Miré, y ciertamente no había hombre. Todas las aves del cielo huyeron. 26 Miré, y en verdad la tierra fértil era un desierto. Todas sus ciudades fueron destruidas ante la Presencia de
27 Porque
29 Al estruendo de jinetes y de flecheros toda ciudad huye. Entran en la espesura de los bosques y suben a las peñas. Todas las ciudades están abandonadas. No queda algún habitante en ellas. 30 Y tú, oh desolada, ¿qué harás? Aunque te cubras de color rojo, aunque te adornes con oro, aunque te agrandes tus ojos con pintura, en vano te embelleces. Tus amantes te desprecian. Ellos buscan tu vida. 31 Porque oí un grito como de mujer que está de parto, la angustia como de primeriza. Es el grito angustiado de la hija de Sion que clama, extiende sus brazos y dice: ¡Ay de mí! ¡Mi alma desfallece ante los asesinos!
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