4 Pero Jesús, al oírlo, dijo: 
8 Los discípulos le preguntaron: “Rabí, los judíos querían apedrearte. ¿Vas a ir allí de nuevo?”
9 Jesús respondió: 
12 Entonces los discípulos dijeron: “Señor, si se ha dormido, se recuperará”.
13 Ahora bien, Jesús había hablado de su muerte, pero ellos pensaron que hablaba de descansar en el sueño. 14 Entonces Jesús les dijo claramente: 
16 Entonces Tomás, que se llama Dídimo,[a] dijo a sus condiscípulos: “Vayamos también nosotros, para morir con él.”
17 Cuando llegó Jesús, se dio cuenta de que ya llevaba cuatro días en el sepulcro. 18 Betania estaba cerca de Jerusalén, a unos quince pasos[b]. 19 Muchos de los judíos se habían reunido con las mujeres en torno a Marta y María, para consolarlas por su hermano. 20 Cuando Marta se enteró de que Jesús venía, fue a recibirlo, pero María se quedó en la casa. 21 Entonces Marta dijo a Jesús: “Señor, si hubieras estado aquí, mi hermano no habría muerto. 22 Incluso ahora sé que todo lo que pidas a Dios, Dios te lo dará”.
23 Jesús le dijo: 
24 Marta le dijo: “Sé que resucitará en la resurrección en el último día”.
25 Jesús le dijo: 
27 Ella le dijo: “Sí, Señor. He llegado a creer que tú eres el Cristo, el Hijo de Dios, el que viene al mundo”.
28 Cuando hubo dicho esto, se fue y llamó a María, su hermana, en secreto, diciendo: “El Maestro está aquí y te llama.”
29 Al oír esto, se levantó rápidamente y fue hacia él. 30 Pero Jesús no había entrado aún en la aldea, sino que estaba en el lugar donde Marta lo había encontrado. 31 Entonces los judíos que estaban con ella en la casa y la consolaban, al ver que María se levantaba rápidamente y salía, la siguieron diciendo: “Va al sepulcro a llorar allí.”
32 Por eso, cuando María llegó a donde estaba Jesús y lo vio, se postró a sus pies, diciéndole: “Señor, si hubieras estado aquí, mi hermano no habría muerto.”
33 Cuando Jesús la vio llorar, y a los judíos que venían con ella, gimió en el espíritu y se turbó, 34 y dijo: 
35 Jesús lloró.
36 Por eso los judíos decían: “¡Vean cuánto afecto le tenía!”. 37 Algunos de ellos decían: “¿No podía este hombre, que abrió los ojos del ciego, evitar que éste muriera?”
38 Jesús, gimiendo de nuevo en su interior, llegó al sepulcro. Era una cueva, y una piedra estaba apoyada en ella. 39 Jesús dijo: 
40 Jesús le dijo: 
41 Entonces quitaron la piedra del lugar donde yacía el muerto.[c] Jesús levantó los ojos y dijo: 
44 El que estaba muerto salió, atado de pies y manos con vendas, y su rostro estaba envuelto con un paño.
45 Por eso, muchos de los judíos que se acercaron a María y vieron lo que hacía Jesús creyeron en él. 46 Pero algunos de ellos se fueron a los fariseos y les contaron las cosas que Jesús había hecho. 47 Entonces los jefes de los sacerdotes y los fariseos reunieron un consejo y dijeron: “¿Qué hacemos? Porque este hombre hace muchas señales. 48 Si lo dejamos así, todos creerán en él, y vendrán los romanos y nos quitarán nuestro lugar y nuestra nación.”
49 Pero uno de ellos, Caifás, siendo sumo sacerdote aquel año, les dijo: “Vosotros no sabéis nada en absoluto, 50 ni consideráis que nos convenga que un hombre muera por el pueblo, y que no perezca toda la nación.” 51 Pero él no dijo esto por sí mismo, sino que, siendo sumo sacerdote aquel año, profetizó que Jesús moriría por la nación, 52 y no sólo por la nación, sino también para reunir en uno a los hijos de Dios que están dispersos. 53 Así que desde aquel día tomaron consejo para darle muerte. 54 Así que Jesús ya no andaba abiertamente entre los judíos, sino que se fue de allí al campo, cerca del desierto, a una ciudad llamada Efraín. Allí se quedó con sus discípulos.
55 Se acercaba la Pascua de los judíos. Muchos subieron del campo a Jerusalén antes de la Pascua, para purificarse. 56 Entonces buscaban a Jesús y hablaban entre sí, estando en el templo: “¿Qué pensáis, que no viene a la fiesta?” 57 Ahora bien, los jefes de los sacerdotes y los fariseos habían ordenado que si alguien sabía dónde estaba, lo denunciara para poder apresarlo.
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