6 Entonces David respondió y dijo a Ahimelec el hitita y a Abisai, hijo de Sarvia, hermano de Joab: “¿Quién bajará conmigo a Saúl al campamento?”.
9 David dijo a Abisai: “No lo destruyas, porque ¿quién puede extender su mano contra el ungido de Yahvé y quedar libre de culpa?” 10 David respondió: “Vive Yahvé, que Yahvé lo golpeará; o le llegará el día de morir, o bajará a la batalla y perecerá. 11 Yahvé no permita que yo extienda mi mano contra el ungido de Yahvé; pero ahora, por favor, toma la lanza que está en su cabeza y la vasija de agua, y vámonos.”
12 Entonces David tomó la lanza y la jarra de agua de la cabeza de Saúl, y se fueron. Nadie lo vio, ni lo supo, ni se despertó, pues todos estaban dormidos, porque un profundo sueño de Yahvé había caído sobre ellos. 13 Entonces David se pasó al otro lado y se puso en la cima del monte, muy lejos, habiendo un gran espacio entre ellos; 14 y David gritó al pueblo y a Abner, hijo de Ner, diciendo: “¿No respondes, Abner?”
15 David dijo a Abner: “¿No eres un hombre? ¿Quién es como tú en Israel? ¿Por qué, pues, no has velado por tu señor el rey? Porque uno del pueblo entró para destruir a tu señor el rey. 16 No es bueno lo que has hecho. Vive Yahvé, que eres digno de morir, porque no has velado por tu señor, el ungido de Yahvé. Mira ahora dónde está la lanza del rey y la jarra de agua que estaba a su cabeza”.
17 Saúl reconoció la voz de David y dijo: “¿Es ésta tu voz, hijo mío David?”
21 Entonces Saúl dijo: “He pecado. Vuélvete, hijo mío David, porque ya no te haré más daño, ya que mi vida era preciosa a tus ojos hoy. He aquí que me he hecho el loco, y he errado mucho”.
22 David respondió: “¡Mira la lanza, oh rey! Que uno de los jóvenes venga a buscarla. 23 El Señor pagará a cada uno su justicia y su fidelidad, porque el Señor te ha entregado hoy en mi mano, y yo no he querido extender mi mano contra el ungido del Señor. 24 Así como tu vida fue respetada hoy a mis ojos, que mi vida sea respetada a los ojos de Yahvé, y que él me libre de toda opresión.”
25 Entonces Saúl dijo a David: “Bendito seas, hijo mío David. Harás lo que quieras, y seguro que vencerás”.